El Liderazgo de la Madre y su Repercusión Social

Con motivo del día de la madre me parece buena idea compartir esta reflexión y vivencias propias con vosotros. Hablar del papel indiscutible en la formación de personas y futuros profesionales con valores que todas tenemos, ya que sin ellos, la influencia que una persona tiene en las que le rodean, es negativa. Simple y llanamente.

No dejemos de educar a los hijos con valores para desarrollar futuros líderes, sin olvidar el sentido del humor y la paciencia.

Antes de entrar en tema, para mi una madre es aquella persona que se encarga de cuidar, educar y querer a niños con los que convive, bien porque les haya dado a luz, porque les haya adoptado, bien porque sean los hijos de la pareja, bien porque la tía cuida a sus sobrinos porque su hermana no puede, o muchas otras situaciones que conozco. Hoy mi hijo me he enseñado una historia en Instagram de una buena amiga suya, que ha compartido una foto de cuando era pequeña y su padre (que tiene la custodia total) se había quedado dormido a su lado mientras ella hacía una siesta. En la historia pone: “Feliz día de la madre, papá”.

Todos tenemos dentro a un líder, os lo aseguro, lo llevo constatando desde hace años en mis formaciones con equipos al completo. Todos y cada uno de nosotros tiene la capacidad de desarrollar la habilidad por excelencia que nos lleva a ser más felices, ganar confianza y tener éxito en aquello que nos propongamos. El liderazgo es una habilidad como cualquier otra, se puede y debe desarrollar en todas las personas, sin importar qué puesto ocupen en la sociedad, en un hogar o en una empresa.

Yo soy madre de dos adolescentes de 17 y 15 a los que he educado y criado prácticamente sola por circunstancias de la vida, y hoy día veo orgullosa que son sin duda buenas personas y tienen valores, características básicas para ser un buen líder, un buen amigo, un buen hijo y una buena persona. Si analizo el motivo principal que ha hecho que sean así, veo que tiene que ver con el ejemplo que he dado en casa con ellos desde que eran pequeños (en los últimos años de forma consciente y en los primeros años más bien por sentido común e incluso por supervivencia).

Ellos veían que yo tenía que trabajar muy duro, hacer grandes sacrificios para sacarlos adelante, para salir airosa de situaciones personales que por ende afectaron a nuestra vida y tomar algunas duras decisiones laborales y familiares durante unos años. En ese tiempo, tuve que hacer buen uso de mi energía, para que no me faltase, aprendí a desarrollar mi positivismo, ver en problemas oportunidades para aprender o mejorar, organizar muy bien mi tiempo para llegar a todo, seguí formándome, me cuidé y alimenté bien para no ponerme enferma ya que no me lo podía permitir -quién los iba a cuidar y llevar al cole- y por responsabilidad: si yo falto al trabajo alguien tiene que hacer mi parte y eso es egoísta. En aquellos años necesité que ellos se ocuparan y se responsabilizaran de tareas para ayudarme, porque no había más remedio, ni tampoco nadie más que nos pudiera ayudar. Les decía que éramos un equipo. Aunque a veces me daba pena la situación, me daba cuenta de que era bueno para ellos, les hacía madurar y especialmente valorar más las cosas que teníamos en las épocas más escasas. Lo que siempre me ayudó, fue algo tan sencillo como no rendirme nunca y no perder bajo ningún concepto el sentido del humor.

 

Cuando pasa el tiempo y miras para atrás, ves que todo lo que has ido sembrando, por fin da sus frutos, al igual que pasa en una empresa. Ves como padre que ellos aprenden de nuestro ejemplo. Y los ves en casa y en el colegio siendo responsables en las tareas de equipo, ya que han aprendido que sino, afecta al resto de compañeros, no solo a sus resultados. Ves que tras años de machacar conceptos y buenos hábitos, van aprendido a ser generosos, a cuidarse, a alimentarse bien, a ser honestos, tolerantes (mis hijos han vivido en varias ciudades, han ido a varios colegios, se han mudado de casa varias veces y como consecuencia, han aprendido a ser optimistas y ver que todo lo que es una novedad, es bueno) adaptables, flexibles, perseverantes, han aprendido a cooperar para conseguir más en menos tiempo. Yo ahora veo que no se ahogan en un vaso de agua. Son muy empáticos, ya que cuando sus amigos no lo han sido, o ellos alguna vez no lo han sido suficiente con sus amigos, lo hemos analizado y visto cómo de mal se han sentido todos los involucrados. Son muy creativos, y yo me aseguro de que no lo dejen de ser, ya que es una de las características del líder que le hace, entre otras muchas cosas, pensar en varias soluciones para un problema y escoger la más creativa y la más beneficiosa.

Ahora que son adolescentes yo creo que aún es importante seguir inculcando aquello que sé que les va a ayudar a ser felices, como tener visión de futuro o marcarse objetivos, que me cuesta, porque algo que define la adolescencia es el hoy y el ahora. Sigo insistiendo también, como decía al principio, en inculcarles que para tener éxito en aquello que emprendan, será posible siempre y cuando lo hagan con constancia, creyendo en sí mismos y con esfuerzo, y les recuerdo que eso es lo que debe hacer un buen líder. Eso es lo que más cuesta con el pequeño, porque el desarrollo de la tecnología que nos rodea va en ocasiones en contra del esfuerzo. Así que ahora me aseguro de que le motive lo que tenga que hacer.

Mirad esta imagen de la película Wall-E del 2008, que muchos recordaréis porque ganó un Óscar a la mejor película de animación y donde vemos la vida de las personas postradas en unas sillas, donde se les da de comer y beber y no tienen que hacer ningún esfuerzo. Al menos para mí, que me siento cómoda en la cuerda floja, lejos de la zona de confort y que no me gusta dejar de aprender ni de aportar, no es vida.

Para acabar os digo, feliz día de la madre a tod@s los que tratáis con amor, respeto, igualdad, honestidad y admiración a los niños que ayudáis a educar y a ser generosos con las personas que les rodean, para que aprendan a desarrollar ese líder que tienen dentro. De ellos depende nuestro futuro.

Gracias a aquellos que habéis tomado unos minutos de vuestro tiempo para leerme, espero que os haya inspirado. No hay edad para mejorar y evolucionar.

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